
Cuando entrevisté a Carlos Sainz en el paddock de Montreal durante el Gran Premio de Canadá 2014, el joven madrileño ya denotaba su desparpajo y determinación para alcanzar la Fórmula 1. Los peces gordos de Cepsa sacaban pecho por el paddock mientras la familia Botín deambulaba con Carlos Sainz padre en el hospitality de Ferrari y yo estaba convencido del fichaje de Carlos por Toro Rosso para 2015. Lo mismo sucedía con el malogrado Jules Bianchi, al que entrevisté minutos más tarde mientras intentaba sonsacarme quién era mi topo en Ferrari al sugerir su fichaje por los de Maranello en un futuro próximo.

Echaré de menos aquellas ruedas de prensa cuando sólo Miguel Carricas -enviado especial de El Confidencial– y yo entrevistábamos a Carlos en la Energy Station. En las primeras temporadas de Carlos hubo momentos buenos pero la presión de Mateschitz, Tost y compañía fue un lastre cuando el clan Verstappen ejercía su presión impidiendo al madrileño plantarle cara a un tal Max. El paso del holandés a Red Bull supuso quitarse un peso de encima pero le cortó el paso hacia la escudería nodriza. Carlos destrozó a Kvyat sin remisión pero se ahogaba en el entorno de Toro Rosso, viendo como se cortaba su progresión.

La presión ejercida por Carlos para su cesión a Renault supuso la ira de los máximos dirigentes de Red Bull, quienes se encargaron de obstaculizar su progreso hasta el punto de asfixiar los plazos que hubieran permitido al madrileño firmar por la escuadra francesa a largo plazo. Recuerdo estar hablando en el paddock de Mónaco (2018) con Marco Canseco, Carlos Miquel y Flavio Briatore, a las puertas del hospitality de Renault sobre una conversación grabada de Jos Verstappen en la terraza flotante de Red Bull, donde el padre de Max se mostraba convencido de que Carlos no iría a Red Bull en 2019, haciendo por su parte lo imposible para conseguirlo. Carlos Sainz padre nos confesaba que prefería la continuidad de su hijo en Renault, pero todo se torció cuando averiguamos en el paddock de Hockenheim que Esteban Ocon había firmado un contrato con Renault para 2019 y que Carlos no tenía asiento para la siguiente temporada.

También recuerdo ese desayuno con Marco Canseco (Marca) en el motorhome de McLaren durante el GP de Alemania 2018, cuando descubrimos el pastel cocinado por Wolff y Abiteboul, y se me hizo un nudo en el estómago al ver que no íbamos a contar con pilotos españoles en el paddock para 2019. Fue un alivio descubrir en el paddock de Spa-Francorchamps que el destino del madrileño era McLaren, aunque muchos expresábamos nuestros temores por el rendimiento del monoplaza de Woking, sobre todo tras ver la amarga salida de Fernando Alonso.

Nada más alejado de la realidad, el pase a McLaren fue el punto de inflexión que ha permitido a Carlos sacar todo su talento y catalizar su progresión hacia la madurez, al desembocar en Maranello con un merecido contrato de dos temporadas donde podrá luchar en igualdad de condiciones con Leclerc y optar a todo. Ha sido un orgullo acompañar a Carlos, Oñoro y compañía en esta travesía. Ahora llega la hora de soñar…